sábado, 20 de junio de 2009

EDITORIAL

Se fueron. Todos. No vamos a volver a escucharlos. No vamos a poder indignarnos más con el cheto insoportable. Ni reírnos con el puto que daba consejos. Ni enojarnos con ese mexicano cabrón.
Radio Nacional no será lo mismo. Un vacío enorme, casi tan fuerte como un minuto de silencio radial, será protagonista ahora en esa vereda tropical que estará desierta.
No vamos a poder enternecernos con ese pibe chorro que por momentos queríamos matar.
No habrá más "brillos y lentejuelas" para la primera locutora travesti de la radio. Habrá un candidato electoral menos en las próximas elecciones, un tachero porteño que sabía de calles y de códigos ya no carraspeará su garganta.
La obvia referencia a la muerte de Fernando Peña es sólo para entendidos que conocían su arte y su talento.
Cuesta imaginar los próximos días sin su voz en la radio. No sólo no se podrá escuchar a Peña: hemos perdido a Milagritos López, Dick Alfredo, la Mega, Palito, Revoira Lynch, María Elena, Roberto Flores, Sabino, Porelorti, Johnatan y Monseñor Lago. Porque Peña era eso y mucho más.
Cuesta asimilarlo, y cuesta comprender por qué se van los talentosos, los que hacen pensar, los que, nos guste o no su estilo, producen, y a cambio se quedan los mayores referentes de la improductividad.
En los últimos años se fueron Fontanarrosa, Ginsburg, Castello, y ahora Peña. ¿Qué estilo de humor nos quedará? ¿Quedará alguno acaso?
La noticia produjo conmoción y tristeza.
Parecía otro de sus chistes de humor negro, pero no fue así. Le había esquivado tantas veces a la muerte que en esta ocasión la mayoría de los que lo escuchaban habitualmente pensaban que sería algo pasajero.
Estaba lleno de proyectos (quizá debido a esa hiperquinecia que lo caracterizaba): quería escribir otro libro, planeaba una obra de teatro con Perciavale, tenía una productora para ayudar a artistas under, quería volver a hacer la obra que tenía en cartel hasta que empezó con los dolores, y vaya uno a saber cuántas cosas más...
Se nos fue la ternura de Milagritos, sus anécdotas "cubano-miamienses", perdimos a Roberto Flores, que ayudaba a "salir del closet" y recordaba a las 8 de la mañana a todos los HIV positivo tomar su AZT.
Vivió como quiso y eso lo podemos decir pocos: hasta estaba filmando su tratamiento -que muchos entenderán como morbo- para que sirviera a las personas que estuvieran pasando por lo mismo con la intención de "desdramatizar", pensaba venderlo y donar la recaudación al instituto Fleming y a la Fundación Huesped.
Murió Fernando Peña, el padre de las criaturas, el "hijo" de Lalo Mir, el "puto sufrido".
Es un día triste.
Hasta la vista, puto lindo! Te vamos a extrañar mucho.

Moth

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