lunes, 29 de junio de 2009

EDITORIAL

Algo está pasando desde que empezó la segunda quincena de este mes de junio. No podríamos definir bien qué.
Pensamos hipótesis y surgieron estas: o ya pasamos a formar parte de una generación que está en camino de sumar leyendas, lo que quiere decir que muchos que conocíamos están empezando a morir; o sea, estamos envejeciendo; o hay algún mensaje que todavía no podemos captar.
Pasamos a enumerar: 16 de junio, Oscar Ferreiro, conocido como el actor que representó a Alberto Lombardo en la telenovela Montecristo, entre otros papeles de "malo". 17 de junio: Fernando Peña y Alejandro Doria. El primero conocido principalmente por sus “criaturas” radiales, su voz virtuosa y sus declaraciones que incomodaban a más de uno, el segundo por Esperando la carroza, película que varios hemos visto una y otra vez y seguimos riéndonos después de veinte años con los mismos gags.
24 de junio: Andrés Cascioli, quien entre otras cosas, fundó en 1972, con Oskar Blotta, la revista Satiricón y en 1978, Humor Registrado y fue uno de los impulsores de Rolling Stone en Argentina.
25 de junio: Farah Fawcett, actriz-símbolo sexual de la década del 70 y protagonista de Los ángeles de Charlie y Michael Jackson (éste último no necesita presentación).
Fuera de gustos o intereses personales de cada quien, es innegable que todos o algunos de ellos formaron parte de nuestra cultura, crecimiento o aprendizaje. Por motivos artísticos, intelectuales, o de entretenimiento.
Ha sido un mes nefasto, con demasiadas bajas, unas más dolorosas que otras, unas más predecibles que otras.
Lo real es que todos son irreemplazables. Surgió también entre nosotros la pregunta ¿y ahora qué? ¿qué hacemos? ¿quién nos queda para hacernos reír, pensar, reflexionar, emocionarnos, cuestionarnos cosas?
Claro está que se están yendo y no quedan muchos con esas características. Que estamos en una especie de abulia, que no surgen nuevos referentes de expresiones artísticas varias. Que todo es una repetición, una copia berreta de íconos, y que éstas no le llegan ni a los talones.
Hay un vacío, una sensación de pérdida grande. Se fueron muchos que decían las cosas como queríamos oírlas, que eran nuestras voces en medios de comunicación, que expresaban de manera clara, precisa, original nuestros pensamientos y sentimientos. La voz de los sin voz.
También habrá muchos para quienes estos hechos pasen desapercibidos, para quienes no signifique nada. Pero eso es harina de otro costal.
Nos sentimos huérfanos de representantes.
La moraleja de esto es que deberíamos proponernos honrarlos de la mejor manera, de la que esté a nuestro alcance. Recordarlos. No olvidar lo que algunos o cada uno de ellos nos inculcaron, ofrecieron, regalaron con su arte.
Tratar de seguir su camino sería una buena forma.
Esperamos poder algún día estar a la altura de la circunstancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario